
Sentirse atascado en la vida
Hay temporadas en la vida en las que todo parece estar detenido; los días se mezclan unos con otros y la esperanza se escapa silenciosamente por las rendijas. Durante mucho tiempo, me encontré viviendo en ese lugar: haciendo mi mundo pequeño, cerrando puertas y guardando mis luchas dentro de los muros seguros de la rutina.
La falsa comodidad de cerrarse
Me decía a mí misma que así era más fácil. Sin desacuerdos inesperados. Sin necesidad de explicar por qué algunos días se volvían pesados o por qué mi corazón anhelaba que algo fuera distinto. Con el paso del tiempo, la soledad se instaló y me pregunté si realmente me estaba protegiendo, o simplemente estaba cerrando la puerta a toda posibilidad de cambio.
Un susurro de esperanza
Hace no mucho, sentí una invitación silenciosa en mi corazón. No fue un grito ni un momento de valentía repentina, sino un susurro suave: “¿Y si dejas entrar algo nuevo, aunque sea un poco?”

Ese susurro me acompañó al abrir mi diario y escribir las palabras que Jesús pronunció una vez:
“
Pero el que beba del agua que yo le doy, no tendrá sed jamás.”
Juan 4:14

El cambio entra poco a poco
Esas palabras se quedaron conmigo. Me recordaron que el cambio raramente irrumpe de golpe. Más bien, se cuela por las pequeñas grietas: una ventana abierta, la puerta entreabierta para un amigo o simplemente la disposición a dar un paso fuera del patrón de ayer.
Preparando el corazón para abrirse
Hace poco decidí prepararme para recibir a una visita. No solo puse la mesa; recogí flores del jardín, lavé fresas que aún estaban tibias por el sol y coloqué tazas para dos. Había en ese acto algo ordinario y valiente a la vez: la esperanza de que abrir mi puerta pudiera ser también abrir mi corazón.

Mirar hacia afuera y esperar
Mientras miraba por la ventana esperando que llegara la visita, me di cuenta de cuántas veces he esperado detrás de puertas cerradas—anhelando conexión, pero temiendo arriesgarme. A veces, ponerse un poco de lápiz labial y cepillarse el cabello no se trata de perfección, sino de honrar el momento en el que decides volver a abrirte.
La verdadera invitación
Pero esta es, quizá, la verdad más profunda de esta historia:
Cuando abrí la puerta para recibir a mi visita, comprendí que la verdadera invitación era para todas las personas que alguna vez se han sentido atascadas. De alguna manera, el invitado eres tú.
¿Te sientes atascado ahora?
El cambio comienza cuando dejamos entrar algo nuevo: una voz, una promesa, una esperanza suave. No tienes que abrir todo tu mundo de un solo golpe. Quizá sea suficiente empezar con una pregunta, una conversación o simplemente la disposición de ser visto tal como eres.
¿En qué área de tu vida te sientes atascado ahora? ¿Qué pequeña invitación al cambio has estado ignorando?
Yo estoy abriendo la puerta a mi camino y te invito a que lo recorras conmigo.
Si quieres leer más, ver la reflexión completa o compartir tu propia historia, aquí siempre eres bienvenido.
Video
Si deseas seguir reflexionando, te invito a ver el video aquí o en mi canal de YouTube:
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