Ansiedad – Las pruebas silenciosas que nos transforman

En toda la Escritura, el número cuarenta aparece una y otra vez, marcando un tiempo de prueba, espera y transformación.

Llovió cuarenta días en tiempos de Noé.
Moisés esperó cuarenta días en el monte Sinaí.
El pueblo de Israel vagó cuarenta años por el desierto antes de llegar a casa.
Y Jesús pasó cuarenta días en el desierto, enfrentando el hambre, la tentación y el silencio antes de comenzar su misión.

Cada una de estas historias enseña la misma verdad: la espera no es castigo, es preparación.

Cuarenta no es solo un número; es un ritmo de gracia. Un recordatorio de que el crecimiento lleva tiempo y que el corazón necesita soltar sus miedos antes de recibir la paz.

La ansiedad se alimenta de la necesidad de tener control, de prever, de solucionar, de entender. Pero la verdadera paz nace cuando soltamos, cuando dejamos de querer controlar cada resultado y confiamos en que Dios sí lo sabe.

Los desiertos de la vida no son vacíos; son invitaciones a confiar. A decir en silencio: “No sé lo que viene, pero confío en Ti.”

Y en esa entrega, el pánico se calma poco a poco, porque el miedo pierde su fuerza cuando dejamos de luchar y aprendemos a descansar.

A veces la paz no llega rápido. Llega despacio, mientras seguimos presentes, respirando, orando, soltando, día a día.

Sea cual sea tu tiempo de cuarenta días, ansiedad, duelo, cambio o sanación. Deja que sea sagrado. Deja que te enseñe a confiar en el tiempo que aún no entiendes.

Porque Dios nunca está ausente en la espera. Incluso cuando nada parece moverse, Él está obrando, convirtiendo el miedo en fe y la inquietud en fortaleza interior.

“Depositen en Él toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes.”

1 Pedro 5:7

La paz comienza cuando dejamos de luchar por el control y confiamos en Aquel que ya nos sostiene.

Con amor,
Jessica